lunes, 8 de diciembre de 2008

Henry Cartier Bresson: el padre del fotorreportaje



















Henry Cartier Bresson (1908 - 2004) es uno de los fotógrafos más destacados del siglo XX, sobre todo por su peculiar manera de concebir el acto fotográfico: “Para mí, la cámara es un instrumento de intuición y espontaneidad”. Este francés es único por su capacidad para captar “el instante decisivo”, el clímax de la acción. Sus fotografías fueron denominadas images a la sauvete, o sea “imágenes a hurtadillas”.

Esa captura del momento preciso está presente ya en sus primeros trabajos, en los años treinta. A esta época pertenecen las fotografías de su viaje a Costa de Marfil, que realizó con una Leica; cámara que desde entonces queda ligada al nombre de Bresson. También realizó un reportaje sobre los hospitales de La República española y otras instantáneas memorables como The Allé du Prado o Brussels.

El año 1947 supone un hito en su carrera por la creación de la Agencia Magnum junto a Robert Capa, David Seymour y George Rodger. Durante la etapa de Magnun su trabajo se centra en la fotografía humanista. Viaja por todo el mundo retratando a las personas que habitan en él, de sus “instantes decisivos”.

Además de interesarse por lugares comunes y personas anónimas, Bresson trabajó para personajes como Picasso, Ernesto Che Guevara o Marie Curie, entre otros. También colaboró en el mundo del cine como asesor de Jean Renoir.

A partir de los años 70, se dedicó por entero al dibujo hasta su muerte en 2004, pero siempre se le recordará como el “padre del fotorreportaje”.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Otazu






















Bodegón naranjero
















Ana Zabalza: la sonrisa amable







Ana es una mujer amable. Incluso sin llegar a conocerla o a hablar con ella, se intuye. Luce una media sonrisa permanente y nunca rechaza una visita, por muy inesperada que sea. Siempre dispuesta, siempre atenta.

Se ha alegrado al verme. No lo esconde, ni lo calla. Me avergüenza reconocerlo pero nunca he acudido a ella sin ningún interés propio entre manos. Nunca he pasado por su despacho simplemente para saludarla o contarle cómo me va la vida. Pero ella no lo tiene en cuenta. Jamás insiste, ni mucho menos recrimina. Me recibe con su sonrisa tímida y con repetidas disculpas por su tardanza. Dice que varias personas le han parado por le camino y le han preguntado por el tema del atentado. Ana lo vivió de cerca: “Estaba en el oratorio del edificio de bibliotecas y oí el estruendo. Lo primero que pensé fue: ‘Dios mío, no han avisado’”.

Charlamos durante unos minutos sobre el terrorismo. “Yo soy una pardilla, Lucía, no veo la maldad ni aunque la tenga delante de mis narices; pero claro, pasan estas cosas y una se vuelve más cautelosa”.

Me sorprende que se dirija a mí de una forma tan coloquial y amistosa. Y lo agradezco. La profesora Ana Zabalza, licenciada en Filosofía y Letras (Historia) y Doctora en Historia por la Universidad de Navarra (1992) es una profesional brillante con una trayectoria sólida y fuerte.

Alta, delgada, escueta. Ana camina sin hacer ruido, como flotando. Esa manera sigilosa que tiene de ir de un lado para otro no es más que una pura contradicción. Porque lo que dice tiene la grandeza de no pasar desapercibido.

-Vivimos en un momento de depreciación del mundo natural. Antes el hombre utilizaba la naturaleza con conocimiento y respeto, pero a partir del siglo XX las riendas económicas del mundo cayeron en manos de personas que la desconocían. Esto nos ha llevado a la situación de autodestrucción actual.
-¿Cree entonces que la culpa la tienen los dirigentes políticos?
-No sólo ellos pero sí en última instancia. El problema es que estamos inmersos en una sociedad consumista que sólo piensa en acumular bienes materiales. Se debería inducir a la gente a seguir otro camino. Como el que primulga el Papa, Benedicto XVI, que apela a la “cultura del prescindir” y a la solidaridad.
-¿Cómo conseguirlo?
-El ser humano es el mismo que el de hace millones de años, con sus cosas buenas y sus malas. Se trata en definitiva, de saber alimentar las buenas pasiones, desde la educación, por supuesto, y a través de los medios de comunicación que hoy en día tienen un papel fundamental en la creación de tendencias. Pero también es imprescindible, como he dicho, un cambio económico, desde la honestidad de los políticos, y una buena política penal.